domingo, 30 de agosto de 2009

del universitario



Dejémonos de individualidades, olvidémonos de héroes, aquello que en realidad es menester es lo comunal. Las acciones debieran estar direccionadas al todo, es decir, buscar la satisfacción que el conjunto necesite y no a los deseos de cada individuo ya que esto fomenta y engrandece el ego.


De hecho, cuando se elige una opción es con miras a un bienestar (material) y no –o mínimamente– a una satisfacción espiritual, para no mencionar a una concepción ética. Desgraciadamente esto no es diferente –en la mayoría de los casos– al momento de decidirse por una carrera. Siempre, atrás de nosotros, se encuentra el fantasma de la economía.


Esto no estaría tan mal si se estuviera en una institución privada, de esas que fomentan el liderazgo. Pero como estamos en la UNAM habremos de tener presente que su fundación responde a la necesidad de formación de universitarios inmiscuidos en la sociedad y no objetos de adoración. El universitario debe asumir su compromiso y aplicar sus conocimientos en beneficio de la sociedad –que tanta falta le hacen–. El universitario deberá ser acción hacia su pueblo, pues entre otras cosas es el Estado el que otorga los recursos para la educación de aquellos que tendrían que dirigir al país.


Dejemos de lado la concepción de venir a la universidad para prepararse para tener un buen empleo que brinde confort, no, se viene para adquirir conocimientos que sirvan al conjunto, en este caso a la nación mexicana. Además, esto no excluye la constante renovación y búsqueda.


Han pasado casi cien años desde que Justo Sierra pronuncio el discurso que inauguraba la Universidad Nacional y parece ser que los universitarios lo hemos olvidado o peor aún, lo desconocemos.



La Universidad está encargada de la educación nacional en sus medios superiores e ideales

Justo Sierra,

22 de septiembre de 1910

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